La celebración de la Semana Mayor o Semana Santa, es cada vez menos estricta en cuanto a la tradición y más abierta a permitir un diálogo entre la cotidianidad y el descanso, por el que se llega a una introspección profunda que permite vivir este tiempo, más allá de un credo en particular, más allá del ritual y la ceremonia.
Los últimos dos años han demostrado, que hasta la más arraigada tradición, en ocasiones tiene que ceder un poco para sobrevivir y la celebración y conmemoración de esta semana no es la excepción; pero estos cambios abruptos han abierto la puerta a una mirada profunda sobre nuestro día a día, la relevancia de lo verdaderamente importante, la creación de nuevos espacios y formas de interactuar, viviendo la fe. Desde todos los espacios, se ha hecho un llamado para que sea esta la oportunidad para crecer como sociedad y civilización, cómo comunidad y como individuos, para hacer a un lado los odios mezquinos, creciendo como hermanos, poniendo el amor del que hablan todas las escrituras sagradas, cómo fuente de la reconciliación y excusa para el perdón.
"Un mandamiento nuevo os doy: Amaos los unos a los otros como yo os he amado" Jn 13: 34-35